Plantaciones de Guelaya en 2.015
En el transcurso de enero y febrero de 2015 seguimos reforestando las zonas verdes de Melilla con las especies autóctonas de la ciudad. Como siempre, todos los melillenses están invitados a participar en ellas, para colaborar en la mejora del entorno natural de la ciudad y conocer las especies más valiosas de nuestro rico, aunque maltratado, patrimonio natural.
Este año seguimos plantando las especies forestales autóctonas de la zona, tales como el araar (Tetraclinis articulata), el acebuche (Olea europaea var. sylvestris), el labiérnago (Phillyrea latifolia ssp. media), la sabina negral costera (Juniperus phoenicea ssp. turbinata), el espino negro (Rhamnus lycioides ssp. oleoides), la retama blanca (Retama raetam ssp. bovei), el palmito (Chamaerops humilis), el lentisco (Pistacia lentiscus), la coscoja (Quercus coccifera), el espliego (Lavandula dentata) y otras muchas especies de las que conforman el largo listado de especies del bosque mediterráneo norteafricano, uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad del mundo. Todas estas plantas proceden de semillas que hemos recolectado en el entorno de Melilla y hemos reproducido en el vivero forestal de Guelaya hasta que han alcanzado el tamaño adecuado para su plantación en tierra.
Pero este año estamos centrando nuestro esfuerzo en dos especies en particular, la jara de Cartagena (Cistus heterophyllus) y la jarilla cabeza de gato (Helianthemum caput-felis), a las que ya dediqué sendos artículos en su día en este mismo espacio. Las dos están incluidas en el Catálogo Español de Especies Amenazadas y, por tanto, protegidos por la legislación estatal. Las dos están presentes en la península, precisamente en la zona con el clima más parecido al nuestro, el levante español. Efectivamente, la aridez de la región murciana y el sur de Alicante y su cercanía con el continente africano ha propiciado que la flora de estas dos regiones comparta muchas especies con la del norte de África, incluyendo las dos antes mencionadas. Las duras condiciones climáticas de estas zonas han dado lugar a una flora muy especial, única en Europa,adaptada a la sequía y la insolación. La rudeza de estas especies, que les ha permitido sobrevivir hasta ahora en un entorno tan inhóspito, no ha conseguido sin embargo protegerlas del grave deterioro ambiental que ha sufrido el litoral levantino en las últimas décadas, debido a la especulación urbanística que ha sepultado estas costas bajo toneladas de cemento.
La distribución en la península de estas especies se ha reducido hasta tal punto que la jarilla sólo sobrevive en algunos enclaves costeros protegidos. En Alicante su situación es especialmente crítica, pues la distribución de caput-felis allí se ha reducido a un pequeño enclave en cala Mosca, que además ha sufrido hace muy poco un atentado urbanístico que amenazaba con acabar del todo con esta pequeña población de jarillas. La denuncia por estos hechos ha terminado en el Tribunal Supremo, que por suerte ha dictado una resolución que favorece la salvación, por ahora, de estas últimas jarillas alicantinas.
Sin embargo, hasta ahora la especie que ha corrido peor suerte es la jara de Cartagena. Fue descrita por botánicos que la encontraron en la región murciana a principios del siglo pasado, mencionando que era una especie abundante en esa época. Desde entonces, nadie volvió a hablar de esta especie. Cuando se redescubrió, hace ahora veinte años, sólo quedaban diez jaras de Cartagena en toda Murcia, agrupadas en un lugar recóndito de las sierras murcianas. La fortuna quiso que se pudieran rescatar semillas en abundancia de estas plantas antes de que un incendio, de los muchos que asolaban los montes murcianos en esos años de especulación infame, destruyera estas últimas jaras. Esas semillas dieron lugar a los plantones con los que se está volviendo a restituir esta especie en la región. En Alicante, la población de jaras de Cartagena se reducía a un sólo ejemplar antes de que se comenzara a trabajar en su reintroducción. Debido a la poca diversidad genética de los plantones, todos descendientes de esas últimas jaras, el problema principal de esta especie en la actualidad en la península es su hibridación con la jara blanca (Cistus albidus).
En Melilla, a pesar de lo reducido de su territorio, había una buena población de Helianthemum caput-felis hasta ahora, gracias a que las zonas donde vive estaban bajo la custodia del ejército. En el caso de las jarillas del barranco del Nano, cuando esta zona pasó a ser gestionada por la consejería de medio ambiente de Melilla al ser declarada LIC (Lugar de Interés Comunitario), no se le ocurrió otra cosa mejor que desbrozar sistemáticamente toda la población que había, junto con todos los caméfitos que las acompañaban. Supuestamente el motivo del desbroce era favorecer el crecimiento de los árboles que la consejería había plantado allí, procedentes de viveros peninsulares. Se da la circunstancia de que los biólogos que hicieron el informe por el que se declaró estas zonas LIC, se basaron en la presencia de estos caméfitos, sobre todo la jarilla cabeza de gato, y en su alto valor ecológico, para que Europa incluyera este territorio dentro de la Red Natura 2000. Los responsables de la consejería no se leyeron este informe, por lo visto. Toda una ironía del destino, desbrozar lo que precisamente te han encargado de proteger.
En el caso de la jara de Cartagena, su presencia ya era muy escasa cuando se declararon las zonas LIC, pues es una especie más forestal, y estas zonas ya estaban muy deforestadas desde tiempos históricos. Las semillas que hemos usado para reproducir estas plantas las recolectamos muy cerca del Nano, justo al otro lado de la valla, en los pinares de Trifa, donde aún se conservan muchos ejemplares de esta especie.
Al hacer de estas especies las protagonistas principales de nuestras plantaciones nuestra pretensión es restaurar sus poblaciones para que nuestros espacios protegidos recuperen cuanto antes el nivel ecológico de antaño, y de paso ayudamos a que los melillenses se familiaricen con ellas y aprendan a valorarlas. es una oportunidad también para que juntos colaboremos en mejorar nuestro entorno. El hecho de que la mayoría de las personas que acuden a nuestras plantaciones lo hagan acompañadas de sus hijos nos demuestra la voluntad de los ciudadanos de Melilla de que las generaciones venideras disfruten de un entorno natural mucho mejor que el actual. Seguiremos trabajando para conseguirlo.